El zaguan de arriba...

  - Rayuela, Julio Cortazar.

Es una hermosa noche de verano.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cenit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.

D. Antonio Machado

Que pesado es el tiempo
tic tac tic tac
Y el fuego se apaga
y se caen las hojas muertas

Que pesado es el tiempo
tic tac tic tac
Y se extingue la llama
y mis ojos rotos

Que pesado es el tiempo
tic tac tic tac
Se marchitan los relojes
y los sueños pobres

y no se calla el silencio
entre tic y tac
la piel a tiras
entre tic y tac
el mundo seco

En una sola lagrima se ahoga una hormiga

Si fuera posible que de los lodos nacieran corazones buenos,
entonces, ella quizá hubiese nacido en mi misma charca.
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¿Y si eres tú?, si realmente eres tú ¿que sentido tiene haberte buscado si no ibas a llegar hasta que apareciste? ¡Que vida aquella que cuelga pendiente a los anhelos del corazón!
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Si tienes los ojos cerrados y mi mano en la tuya...¡No los habras!
a veces es mejor pensar que todo lo demás ha desaparecido

He abierto muchos caminos
he andado muchas veredas,
he navegado cien mares
y atracado en cien riberas,
en todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos,
borrachos de sombra negra.
y pedantones al paño,
que viven, callan y piensan,
que saben por que no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra.
y en todas partes he visto
gentes que cantan o sueñan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nuca si llegan a un sitio
preguntan adonde llegan,
cuando caminan cabalgan
a lomos de mula vieja.
Y no conocen la prisa,
ni aún en los días de fiesta,
donde hay vino beben vino,
donde no hay vino agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan
y que un día como tantos
descansan bajo la tierra.

D. Antonio Machado

Yo, Dios mio, no soy malo, pero no me faltarían motivos para serlo.

Pascual Duarte

Es mentira, lo sé, mi verso es mentira.
Solo corro en pos de la alabanza,
es mentira, lo sé, mi noche amarga.

Siguiéndolo encarné o quiero,
un ídolo de cartón
sin bohemia ni buen verso.

Es mentira, lo sé, que tenga miedo.

Piensa mal, mi compañero,
sin duda vas a acertar,
no te fies de un ser fiero
que ha perdido la cabeza.

Es mentira, lo sé, que sea poeta.

Detras de tu soledad estas tú
y al medio
el muro que te retiene.

Yo se que te encuentras, sola cada noche;
lloras, duermes y te vistes.

Buscando tras la risa plastica,
desde el miedo escenico
tras los ojos átonos
del invierno aguardas.

Asi te escondes y maltratas.

Yo se que lloras cada noche desnuda.
Te rindes, duermes y te vistes.

Teñido el crepúsculo de vetas pardas
musita su luz una estrella
junto a la cuna que aguarda
vencida y sola de vieja.

La cana infancia maldice:
"via de insana distancia,
tardio lucero del alba,
que anuncian los ojos grises"

No tengo ganas de trazar
garabatos sobre el papel
este enorme papel vacio
ni de recordar mi nombre.

Si un cuerpo cae por la ventana y no pasa nadie
Sería poesia marchita
retazos de rojo y carne

He probado a llamarme aunque no estaba
y quemo mi agenda, buscando a alguien.
Alguien que desespere, que muera sobre el cristal.
Que rompa en añicos sus ojos
y trate de recomponer ese puzzle imposible.

He mirado al vacío,
este enorme vacío
que se acomoda en el salón,
Que me mira sonriendo…
Hubo un tiempo en que nos reímos juntos.

Es una tarde mustia y destartalada
que esboza la angustia en el alma.

Ya llegaron los hombres grises
Y viven entre nosotros.
Con sus conchas de espina hueca,
Y sus pérfidas sonrisas soleadas.
Son como niños deseando la muerte,
removiendo con sus uñas mugrientas la nata fresca.
Como un vaso de vidrios rotos y arena ardiente.

Ya llegaron los hombres grises
y vienen para quedarse.
Saltemos por la ventana,
ahora que no pasa nadie.

Quisiera ser el clavel que habita timorato
el alfeizar de la ventana.
Y tener la tierra humeda sobre los pies
en la gelida mañana de enero…y no sentir frio.

Que pasen los dias mientras miro hacia otro lado,
que llegue el torrido verano,
con su caminar amplio y patizambo,
con sus sombras escondidas y sus deseos de asueto
que abrazan calientes a todo el que se mueve,
que lleguen las llamas del lento verano…y no sentir calor

Yo quiero ser el clavel que asoma a ver la vida pasar
Y que mira con ternura a algunas mujeres pararse,
sin prisas, a la vuelta del mercado;
Se saludan, se sonríen, comentan y se despiden…
pero no escucha sus pasos, ni el ajetreo de sus gargantas.

Y ser solo, o solo ser… sin frio ni calor, ni prisas, ni gritos ni olvido…
contemplando en la distancia de mi alfeizar roto.

Ya paso el tiempo de los corazones rojos
y el nervio en la sangre.

No se aventaron las noches de ceniza
con sus sueños fríos.

Ya no anida el odio los arrabales “de las casa viejas”
en la loma que sube la sierpe del río.

No hay suspiro o vaho que a cristal empañe
Ni paseo de noche que yerra perdido
No hay velo de asombro no hay paz en la tarde,
solo viento y polvo en el campo baldío.

El ocaso ha calado al muro que yace,
y entre sus grietas, ya no crecen malas yerbas
ni cantan ociosos los grillos

Ya no recuerda el viento las palabras torvas
ni ladran locos los perros
a las sombras del olvido

Los árboles mendigan un ultimo amanecer
Y los corazones de ayer
Deambulan angostos los troncos podridos

El vientre de Marta se ha secado,
Los ojos de Luis, ya no ven el infinito.

Hay un banco de madera en una calle de Londres.
No es escondida, ni estrecha,
sino amplia  y transitada. Aunque nadie parezca haberlo visto.

No voy a decir que espere rezagado frente a la puerta del parque
Ni que hielen su espalda las noches de frio
Ni que disfrute de la amplia sonrisa de los niños
Ni de la tarde apenas soleada y pensativa de los viejos.

No dire que se sienta solo en la madrugada
Ni que anhele el revuelo del estio
O que guarde receloso palabras de enamorados
O que quiera ser acera, farola, estrella o cualquier otra cosa

Es solo un banco de madera
En una calle de Londres
Que no es escondida ni estrecha
Sino amplia y transitada

Solo un banco de madera
que ni siente ni padece
que ni quiere ni puede ser nada más
Pero que genera en mi pecho
una celosa envidia infinita.

He vuelto a ver la cueva,
la casa de los necios,
aquel castillo ruinoso
y su cuarto cerrado.

Aquí mismo,
esta silla, estos escombros,
nosotros, los de entonces,
los que fuimos, seguimos siendo,
los mismos.

Aunque olvidar pretendemos,
en la mirada llevamos
el fondo de la caverna.

Los que marchamos,
el que quedó.

Sabemos que fue aquí,
aún lloran las puertas sus heridas.

Se nos murió el amor,
por este pasillo,
a todos...
se nos murió el amor.

Tu vida
Su vida
La vida es color marrón y seca,
como una hoja de esquinas rotas,
que se cansa y que se deja hacer.
Que a veces pisoteamos, aún sabiendo,
que no durará para siempre.

Que agria pausa en el camino,
Un corazón, un solo tic.
La vida se ha levantado,
Tropieza, vuelve a caer.

Grises cometas sin niños ni penas.
coche veloces y trenes abarrotados de sueños,
de esperanzas,
discurren ante el ojo sano del búho enfermo
y descarrilan,
sobre los campos de cieno.

Azul, azul viene el rio muerto
amarillo a la ceniza
copas de mentiras
y pan duro para todos.

Que bien se está en la cama
cuando hace frio.

Rio Duero, rio Duero
nadie a acompañarte baja,
ya nadie quiere escuchar
tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda,
no quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.

Y tu, viejo Duero, sonrries
entre tus barbas de plata,
moliendo con tu romance
las cosechas malogradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasa llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.

Rio duero, rio duero
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere escuchar
tu eterna estrofa olvidada
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.

D. Damaso Alonso

Al olmo seco hendido por el rayo
y en su mitad podrido
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

Al Olmo centenario en la colina que lame el Duero
un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los alamos cantores
que habitan el pardo y la ribera
habitado de pardos ruiseñores.
Ejercitos de hormigas en hilera
van trepando por él y en sus entrañas
hurden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, Olmo del Duero;
con su hacha el leñador,
y el carpintero te convierta
en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta.
antes que rojo en el hogar mañana
ardas de alguna mísera caseta
al borde de un camino,
antes que te descuaje un torbellino
y tronce el soplo de sus sierras blancas,
antes que el rio hasta la mar te empuje
por valles y barrancas.Olmo,
quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida
mi corazón espera también
hacia la luz y hacia la vida
otro milagro de la primavera.

D. Antonio Machado

Una tarde parda y fria de invierno                                        
los colegiales estudian
monotonia de lluvia tras los critales,
es la clase.

En un cartel
se representa a cain
fugitivo y muerto abel
tras una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano,
nal vestido enjuto y seco
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección
"mil veces ciento, cienmil,
mil veces mil, un millón"

Una tarde parda y fria de invierno
los colegiales estudian
monotonía de la lluvia en los cristales.

D. Antonio Machado

En mi recuerdo no gritas
ni miras indiferente
ni te enfureces
ni se te secan los ojos

En mi recuerdo me amas y
cubriéndote tras mis párpados
parece, como si una vela,
de blanca cera
ardiese contra el tiempo

En mirecuerdo son tus pisadas
granos de polen sobre una montaña
y corren nuestros días, felices sembrando,
de tiernas miradas los tórridos campos

En mi recuerdo
no caben más sombras
que el hueco de tus axilas
y el latir de nuestras bocas

En mi recuerdo, niña,
del aguacero de otoño
se cobija nuestra historia.

Corría el mes de las hojas muertas
y los días se hacían agua.
Yo iba con el viento y sus recuerdos
de nutridos campos, de ninez dormida
y tardes de merienda.

Rezumaba el asfalto lágrimas negras
Y mis ojos, despistados,
no hacían más que dibujar tu rostro
bajo la sombra de las piedras.

Ese rostro a un tiempo
canción y lágrima
ese rostro de arcilla
que mis manos recomponen cada mañana

Venía el otoño cargado de sueños
y miradas pardas
de nidos abandonados
entre las huesudas ramas

Yo iba caminando entre la lluvia
hacia la tarde eléctrica
a solas con mi angustia y con mi pena
y tu cuerpo a mis espaldas.